Este es un capítulo del libro «GUÍA para SUPERAR LA EYACULACIÓN PRECOZ», de Aritza Alaiogoikoa -sexóloga y coordinadora de Tantra Karuna-, que será publicado en breve. Está dedicado a los hombres que les cuesta controlar su orgasmo y también a las mujeres que les apoyan en el viaje hacia su empoderamiento. Al cuestionar nuestros modelos sexuales, también conectan con sus propias necesidades.
En la honestidad de cada uno es donde es posible el encuentro sexual.
REIVINDICA TU PROPIO PLACER
Hemos dicho que la mayoría de las dificultades en el control de la eyaculación provienen de un mal aprendizaje. Lamentablemente, en nuestra sociedad sigue siendo tabú el sexo y todo lo que lo rodea: es sucio y vergonzoso. El descubrimiento de la genitalidad en la pubertad y la adolescencia viene con esta carga, y por temor a ser descubiertos, solemos masturbarnos rápidamente.
Por si fuera poco, además de esta prisa que en esos años se instala en el cuerpo, muchos adolescentes acostumbran a practicar la masturbación en grupo, en lugares poco adecuados, y compiten para ver quién se corre antes, o para ver quién “dispara” más lejos el semen al eyacular, o quien tiene una eyaculación más abundante…
Esta es solo una muestra de cómo la genitalización que transmiten los mandatos sociales arrebata su sexualidad a los hombres, y los enfoca en “producir” unos resultados, en lugar de proporcionarles una educación sexual y afectiva que les centre en su propio placer, y en sus propias sensaciones y necesidades reales.
Ya hemos dicho, las primeras experiencias sexuales en pareja también suelen ocurrir en lugares poco adecuados donde tememos ser descubiertos. Esto contribuye a instalar un estado de alerta en el cuerpo, que lo lleva a acostumbrarse a una sexualidad poco satisfactoria, donde te corres muy rápidamente y sin ningún control.
Si a todo esto le sumamos la poca y mala –o nula- educación sexual de nuestra sociedad, llegamos al punto donde los chicos piensan que eyacular es algo que es obligatorio, “ocurre” por sí mismo, y que no se puede controlar…
La guinda del pastel la pone la pornografía, tremendamente extendida y que tristemente “sustituye” a esa nula educación sexual. La pornografía en sí misma no es mala ni es buena, pero muestra los tabúes y las zonas más oscuras de nuestros mandatos sociales: genitalizada, falocéntrica, machista, cosificadora de las personas y del sexo, centrada en la eyaculación, y que los jóvenes pretenden llevar como algo “normal” a sus prácticas diarias. Si este es el único punto de referencia, estamos perdidos porque en la vida real cada uno somos un mundo y cada uno tenemos unos ritmos, unas necesidades y una sexualidad diferente que es preciso explorar desde nuestro sentir.
Con este panorama ¿cómo no vamos a tener dificultades en controlar la eyaculación?
Es vital recuperar nuestra soberanía sexual, centrarnos en nuestro cuerpo, nuestras necesidades y nuestro propio placer, no en el que nos marcan unos modelos externos que terminan por alienarnos y generar conflictos, frustración e insatisfacción.
Tristemente la herencia cultural nos ha despojado de nuestros cuerpos; cuando pregunto a un paciente masculino qué partes de su cuerpo le proporcionan placer, la respuesta habitual es: el pene y los testículos.
A nivel corporal, podemos disfrutar de la genitalidad –sexualidad genital-, pero existe una sexualidad que abarca la erótica de todo el cuerpo -sexualidad global-, que solemos visitar de pasada, como de puro trámite, porque entendemos que el “objetivo” de una relación sexual son los genitales, la penetración y el orgasmo.
Somos mamíferos y el contacto físico es una necesidad tan básica como el alimento o el oxígeno para sobrevivir. A menudo confundimos la genitalidad, la penetración y el orgasmo con nuestra necesidad de afecto físico. También pensamos que acariciarnos con un partner “necesariamente” tiene que acabar en una penetración y un orgasmo. Esto es un error que limita nuestra erótica y nuestra sexualidad y refuerza la genitalización, cuando lo que en realidad necesitamos es desgenitalizarnos para atender nuestra descuidada sexualidad global.
Nuestra piel tiene una extensión de unos dos metros cuadrados y está llena de conexiones nerviosas. Hay zonas intensamente inervadas que nos proporcionan sensaciones muy agradables y que podemos integrar en nuestra erótica. El no hacerlo sería desaprovechar nuestros recursos y el regalo que es nuestro cuerpo. Damos mucha importancia a los genitales, pero la abundancia de sensores se extiende en otras zonas que no disfrutamos. (En la figura del homúnculo de Penfield, las áreas más sensibles del cuerpo son las de mayor tamaño).
Debido al contexto cultural, las mujeres tienen más integrada esta sexualidad global: disfrutan del cuerpo, no temen tocarse entre sí, están más en contacto con su cuerpo debido a los cambios hormonales evidentes, entre ellas se hacen cosquillas, se abrazan, palpan con naturalidad los pechos unas a otras: no sufren tanto como los hombres el tabú de la homofobia. Esto les da la ventaja de disfrutar de su cuerpo de forma más extendida. Por contrapartida, a ellas les cuesta más conectar con sus genitales, debido sobre todo a unos mandatos sociales que censuran la sexualidad genital de la mujer.
Las mujeres deben ser “buenas” madres y esposas, y cuando disfrutan libremente de su genitalidad, se las tacha de “putas…” Al leer esto puede que nos suene retrógrado y pensar que ya no existe, pero si prestamos atención es el subtexto de muchas conversaciones tanto entre varones como entre mujeres, y el de muchos de los chistes.
Esta represión también ha llevado a algunas mujeres al extremo opuesto, donde la hipergenitalizción de nuestra cultura y cierta confusión sobre la idea de “igualdad”, las empuja a genitalizarse, a asumir el rol sexual masculino y a competir también entre ellas.
Los hombres sufrís más de homofobia. Socialmente no está permitido que os toquéis, os palpéis u os acariciéis como lo hacen las mujeres, o bailáis en pareja como lo hacen ellas. Aunque es algo que poco a poco va cambiando a medida que se normalizan las relaciones homosexuales, el único contacto que está permitido socialmente entre hombres suele darse en el campo del deporte, y está teñido de competitividad y agresividad. Para permitiros el contacto al saludaros, os dais grandes palmotadas en la espalda, u os apretáis fuertemente las manos.
Sería interesante pues, que unos y otras complementáramos nuestra sexualidad, y aprendiéramos los unos de los otros: ellos conectar con la sexualidad global y ellas con la sexualidad genital.
El descubrimiento de la autoerótica forma parte del programa que te presento en esta guía: te permitirá explorar tu cuerpo desde un lugar más relajado, más placentero, más extensivo y hedonista, y menos “productivista”. Gracias a esta práctica podrás liberarte de la pesada carga de “tener que dar la talla”, porque lo verdaderamente importante es que disfrutes de tu propio placer.
Esto te sitúa en un lugar de protagonista en vez de estar pendiente del placer de tu pareja. Está claro que no la vas a ignorar, pero la mayoría de los hombres se olvidan de su propio placer y se sienten “obligados” a satisfacer a sus parejas. Esto los lleva a estar más pendiente de su “rendimiento” que del placer en sí mismo.
Cuanto desconectamos del cuerpo no podemos disfrutar, y no podemos controlar el orgasmo.
Solo el hombre capaz de sentir su propio cuerpo está en disposición de compartirlo en el juego sexual con su pareja. De lo contrario, ¿Cómo va a compartir algo que no conoce?