Los occidentales confundimos a veces el Tantra con el Neotantra y, aunque ambos son caminos de evolución de la conciencia, pero no buscan lo mismo.
El Tantra es una antigua filosofía que ha impregnado distintas escuelas y religiones en Oriente desde hace milenios. Es a la vez una doctrina, una religión y un conjunto de técnicas ancestrales, y es algo mucho más complejo de lo que nos explican las revistas de moda y los tópicos de los medios de comunicación.
Aunque algunos autores ubican su nacimiento hace cinco milenios -relacionado con la religión bon del Tíbet y con las semillas del taoísmo-, otros autores lo sitúan en el siglo VI a.C., con la aparición de los Tantras. Estos son escritos herméticos que recogen sus enseñanzas expresadas en forma poética, difíciles de comprender sin la ayuda adecuada.
Actualmente, el Tantra existe en variantes hinduistas, budistas, yainas y bon, en Bután, China, Tíbet, India, Indonesia, Japón, Mongolia o Nepal. Es una de las tendencias del hinduismo contemporáneo y constituye la práctica principal en todas las escuelas del budismo tibetano.
En el budismo tántrico, el tantrismo se conoce como «la vía rápida» o «el vehículo del resultado» ya que el practicante -el tantrika-, aprende a hablar, sentir y conducirse como si “ya” fuera un Buda. Aquí, los tantrikas inferiores excluyen el acto sexual, mientras que los superiores pueden incluirlo como un acto iniciático, pero no como una práctica habitual.
En el hinduismo, el Tantra sería un derivado del culto de Shiva. Su objetivo es la reintegración del individuo en la pura conciencia primordial (que en el hinduismo sería Shivá, la fuente original).
Por su parte, el Neotantra es una pseudofilosofía desarrollada en Occidente a finales del siglo XX por escritores New Age, que ha desplazado al concepto original de Tantra tal como se conoce en Oriente. Es un término acuñado por Osho, quien tomó algunos conceptos del Tantra, los integró con prácticas modernas y las asoció a una sexualidad sagrada.
El Neotantra pertenece a Occidente
El Neotantra no puede definirse como religión ni como filosofía, y tampoco llega a ser un movimiento. Se reduce a un conjunto de prácticas sexuales que a veces se relacionan con la metafísica o con alguna clase de pensamiento mágico. No cuenta con la solidez que otorga el entrenamiento de la mano de un guía, ni con los conceptos básicos que subyacen al Tantra original.
El legado secular de represión sexual ejercida en Occidente se expresa en los sucesivos modelos sexuales. Actualmente nos inclinamos al lado opuesto de forma reactiva y vivimos una hipersexualización en los usos sociales y una genitalización de la experiencia sexual mediatizada por los modelos de la pornografía. Esta situación manifiesta la necesidad de una elaboración madura de la sexualidad, para integrarla en nuestra vida desde la naturalidad. Es una asignatura pendiente.
Como “producto occidental”, la reedición neotántrica también manifiesta sus propias carencias: cuando Sir John Woodroffe –Arthur Avalon-, introdujo el Tantra en Europa a fines del XIX, nuestras mentes proyectaron -igual que en un test de Rorschach-, su propio modelo represivo de la vida y del ser humano, leyendo de forma literal una enseñanza profundamente simbólica. En nuestros días no es distinto y parece que el Tantra se ha filtrado a través del mismo prisma: si partimos de la represión, no es extraño que la prioridad del Neotantra sea liberar la energía sexual.
El Neotantra es pues un fenómeno exclusivamente de Occidente, donde vivimos una sociedad fuertemente genitalizada que identifica sexualidad con genitalidad: una visión muy alejada de la naturalidad que le es propia a la sexualidad y que hoy todavía practican algunas etnias primitivas. En este contexto, el Neotantra se orienta a una nueva espiritualidad no represora, pero sus enseñanzas se basan en un profundo malentendido del camino tántrico ya que su principal error es confundir la felicidad tántrica –ananda-, con el placer orgásmico ordinario.
La dimensión del Tantra
El Tantra sin embargo, no está centrado en los aspectos sexuales sino en una dimensión completa del ser humano. Lejos de la estrecha visión occidental, el Tantra concibe la energía sexual con mirada amplia y la entiende como pulsión, como la fuerza de la Vida que lo impregna todo: la energía sexual es creadora, transformadora, sanadora y liberadora, y no solo localizada en la zona genital o vinculada al “sexo”. Es la Shakti, la energía vital, la misma Vida.
Siglos antes de que Freud compartiera su teoría sobre la pulsión, y de que Reich “descubriera” la energía orgónica, el Tantra ya manejaba este secreto: la pulsión, la energía sexual en su más amplio aspecto es el principio de todo y lo impregna todo. Se manifiesta en el big bang, en el momento de la dispersión y también en el big crunch, el momento de la reabsorción.
La pulsión sexual para Freud, el orgón para Reich, el prāṇa del hinduismo, o el chi para chinos y japoneses, es la misma energía vital con la que trabaja el Tantra en todas sus manifestaciones.
De hecho, solo un pequeño porcentaje de las enseñanzas del Tantra tienen que ver con el sexo: la mayor parte son enseñanzas y técnicas que tienen como objetivo el desapego del ego, la iluminación y la trascendencia. Son enseñanzas que dirigen nuestra atención hacia el interior: si nuestra propia existencia fue creada por esta maravillosa energía, ¿no deberíamos aprender a canalizarla como es debido?
La imagen del abrazo sexual
La imagen de una pareja en abrazo sexual, representa para el Neotantra el amor y la unidad de la pareja, o simplemente un acto sexual.
Para un tantrika sin embargo, esta imagen representa la separación o la dispersión de la unidad primigenia y su reabsorción. Representa la integración de lo femenino y lo masculino dentro de cada individuo, la integración de la energía y la conciencia, del consciente y el inconsciente, de los instintos y la razón, la integración de los tres cerebros: el reptil, el mamífero y el humano. Esta imagen de una pareja en abrazo sexual es pues una idea/fuerza que simboliza el retorno del individuo a su unidad primigenia, ese retorno al útero y al paraíso terrenal que todos anhelamos desde el nacimiento. Cuando el sujeto integra esa experiencia, la “angustia existencial” implícita en el contrato de la Vida que todos compartimos, se transforma en dicha, gozo y éxtasis.
La sabiduría de nuestros cuentos populares también representa este proceso: el viaje de la/el protagonista representa un camino iniciático hacia la reintegración después de la “separación” experimentada tras el nacimiento. La boda final y el “comieron perdices” es una imagen simbólica que representa la completud de un solo individuo, protagonista.
Así pues, el Tantra puede llegar a ser una técnica de expansión de la consciencia –expansión es uno de los significados del término Tantra-, viajando hacia el interior (el mundo espiritual), pero también aprovechando lo exterior (el mundo de la materia o de la manifestación).
En el Tantra, el trabajo sexual -genital- pues, no es un fin sino un medio. De hecho, para el entrenamiento en el Tantra budista, el encuentro sexual lejos de ser frecuente, es algo iniciático, que ocurre en raras ocasiones.
El objetivo aquí pues, no es echar “el polvo del siglo”, sino trascender nuestros filtros perceptivos y acceder a una visión no dual del mundo y de una misma para recuperar el estado natural primigenio. En este proceso podemos reconocer los propios autoengaños y condicionamientos: las construcciones mentales que nos esclavizan. Se trata de trascender Maya, el mundo ilusorio, la matrix que nos mantiene aletargados, para lograr nuestra reintegración en la pura consciencia primordial, la divinidad, la dicha y el éxtasis.
Con el Tantra aprendemos a trabajar, sentir y respetar nuestro organismo como templo sagrado que necesita atención, mimo, amor y continua relajación, algo merecedor de sensibilidad, gozo y expresión.
Los tántricos buscamos la felicidad, la armonía y la liberación a través de nuestra práctica espiritual diaria; la meditación nos ayuda a encontrar la paz, el equilibrio en nuestro interior y la desidentificación del ego. Usamos la genitalidad más allá del goce propio y del placer del otro. Como todo sabemos, el sexo desarrolla una profunda afectividad y autoconciencia.
Aprender el arte de transmutar la energía sexual exige apertura mental y precisa romper con lo aprendido, reconocer las trampas que la cultura nos ha impuesto a través de mandatos familiares y sociales, para comenzar a conectar con el propio ritmo, y escuchar nuestra naturaleza profunda. Esto nos lleva a ser más honestas y coherentes con nosotras mismas, a escucharnos y a seguir nuestro propio camino, y ya no el marcado por otros.
Como digo, el Tantra te ofrece todo. Tú decides hasta dónde quieres desarrollarte. Cuando invertimos tiempo y energía en el autodescubrimiento y en el autoempoderamiento físico, mental, emocional y espiritual, comenzamos a sentir y comprender qué es y dónde está el verdadero amor hacia sí, hacia el otro y hacia el mundo.
Tiene cursis on line?
Sin duda, que es digo no de agradecer que existan plataformas dispuestas a enseñar el genuino tantra.
Estaré encantado de formar parte de su escuela.
Saludos.
Quería decir,
Que es digno de agradecer….
Saludos.
Hola Mario, muchas gracias por tus palabras
Es cierto que la expansión del Tantra ha dado lugar a muchas confusiones.
Esto en parte se debe al momento en que entró en Europa -en la Inglaterra victoriana-, y también al fenómeno proyectivo donde -igual que en un test de Rochard-, proyectamos nuestras propias oscuridades y represiones.
La filosofía no dual del Tantra es amoral: el deseo no es bueno ni malo; es el combustible para alcanzar la dimensión espiritual.
La intención de este sitio es ser de utilidad para expandirnos y vivir la experiencia humana desde la máxima plenitud física, mental, emocional, sexual y espiritual, integrando conciencia y energía.
Gracias de nuevo